Nuestro pasado

Felices Para Siempre En Nigeria

Algunos de los primeros recuerdos de Blessing Okoro* son ver a su madre, Ngozi*, con un dolor tremendo, vómitos y perdiendo peso rápidamente.

Blessing tenía 12 años, atravesando la infancia y la adolescencia en su pueblo en Nigeria.
“Estaba realmente enferma”, dice Blessing sobre su madre. “Pensé que ella iba a morir”.

Y luego todos se fueron. La gente tenía miedo de que simplemente mirar a la madre de Blessing los enfermaría también.

“Incluso mi padre, todos nos abandonaron, así de simple”, dice Blessing. “No tenía idea de lo que estaba pasando. Nadie nos quería.”

Pero luego la familia Okoro encontró algunas personas que no se irían: CatholicReliefServices y nuestros socios locales de la Iglesia.

“Ese fue el momento en que supe que todo iba a cambiar”, dice ella.
Y así fue.

Eso fue en 2004. El día de hoy en que nos habla Blessing, es la víspera de la ceremonia de su boda. Ella siente la acumulación de las experiencias de esos años—buenas y malas.

“No sé si debería decir que estoy triste o feliz, porque si pienso en cómo comenzó todo, el día de hoy no debería ser posible”, dice Blessing. “Sin embargo, fui a la universidad. Fue difícil. Tuve grandes desafíos, pero sabía de dónde venía, así que me dije a mi misma que podía hacerlo, y lo hice.”

“Lo que comenzó entonces me hizo más fuerte hoy y me hizo enfrentar cualquier desafío”, dice Blessing.

La Carga Del VIH y El Sida

La madre de Blessing estaba enferma a causa del VIH. En ese momento, la tasa de prevalencia del VIH en Nigeria era del 5 por ciento, la más alta jamás registrada en África. El VIH era visto como una sentencia de muerte.

“No sabían qué pasaba conmigo hasta que fui al hospital y descubrimos que era VIH”, dice Ngozi.

“Debido a mi apariencia, la gente diría que moriría hoy o mañana, así que no había esperanza. Mis hijos abandonaron la escuela. No había dinero en ninguna parte.”

Blessing estaba atormentada por el dolor de su madre. Se vio obligada a dejar atrás las cosas infantiles y convertirse en adulta, aunque no podía escapar de una sensación de impotencia.

“Tuve que encargarme de mi madre y mi hermana menor”, dice. “Muchas veces nos acostabamos con hambre”.

Kemi Ezeanyim, gerente de programa del Departamento de Proveedores de Servicios de Salud de la Iglesia Católica, explica: “La carga del VIH y el sida para ese entonces recaía en su mayoría en los niños. Los efectos recayeron sobre ellos. Estaban agobiados por la ignorancia, agobiados por la pobreza.”

“Este tipo de situaciones volvieron vulnerables a los niños—a tomar medidas desesperadas. Algunos de ellos se convirtieron en el sostén de la familia, abandonando la escuelay haciendo trabajo manual para mantener a sus padres. Algunos de ellos entraron en la prostitución. Se veían muchos casos de trata de personas debido a la epidemia del VIH y el sida”, dice ella.

 

“Nos dieron todo”

Kemi dice que nunca olvidará el primer día que Ngozi entró en su oficina.

“Ella era esquelética. Ella realmente estaba en mal estado. No sabíamos si ella sobreviviría”, dice Kemi.
Sin embargo, Ngozi lo hizo.

“Me dije a mí misma que no voy a morir. Que el VIH no me va a matar. Soy una mujer fuerte”, dice ella.

Esa fuerza ayudó a salvar su vida.

“Fue llevada al hospital, porque no podemos darnos por vencidos con alguien que no se daría por vencido”, dice Kemi. “Y después de unos meses, ella realmente respondió a la medicina”.

El precio de los medicamentos antirretrovirales utilizados para tratar el VIH estaba empezando a disminuir drásticamente, y con el tratamiento, el sida pasó de ser una sentencia de muerte a ser una enfermedad crónica pero tratable.

Y los Okoros obtuvieronmás que medicina.

“La Iglesia nos dio todo el apoyo que podríamos necesitar: físicamente, emocionalmente, mentalmente, todo”, dice Blessing. “Nos dieron todo”.

 

Una salida de la pobreza

 Como el VIH requiere tratamiento y atención de por vida, Ngozi necesitaba una forma de obtener un ingresos para mantener a su familia mientras vivía con el virus.

CRS y nuestros socios locales lanzaron un proyecto llamado Ampliando la respuesta de Nigeria al VIH y al sida (SUN, por su sigla en inglés). Fue financiado por el Plan presidencial de emergencia para la disminución del sida (PEPFAR, por su sigla en inglés). Uno de los objetivos era ayudar a personas como Ngozi, para que no solo mejoraran su salud, sino que también pudieran salir de la pobreza.

“Vinieron y preguntaron, «¿Cómo podemos empoderarla?» Y les dije: «Quiero un congelador». Me compraron uno”, dice Ngozi. Ese electrodoméstico le permitió abrir una tienda, vendiendo bebidas frías. El negocio prosperó. “Hoy tengo 26 congeladores y tres tiendas”, dice ella.

A medida que pasaron los años, Ngozi y sus hijas vieron cómo mejoraban sus vidas—mejor salud, ingresos y educación. Encontraron nuevos amigos y regresaron algunos viejos, incluyendo el padre de Blessing.

“Tuve que liberarme de eso y perdonarlo, y volvimos a ser una familia”, dice ella.

Kemi dice que la actitud de la comunidad ha cambiado. “Se necesitaron años de trabajo arduo, mucha campaña de creación de conciencia y promoción, y luego brindar asesoría y apoyo a quienes eran VIH positivos”, dice ella. “Ahora la gente sale a hacerse la prueba voluntariamente. No hay nadie que diga que no ha oído hablar del VIH”.

 

Por siempre agradecidas

Ngozi y sus hijas han logrado mucho en la última década. Blessing, ahora de 26 años, terminó la universidad y trabaja en un banco privado. Su hermana menor terminarála universidad el próximo año. Además, Ngozi se ha convertido en una defensora y cuidadora de personas con VIH y sida en su comunidad.

Y ahora Blessing está a punto de casarse.

“Estoy en la cima del mundo”, dice Ngozi. “Soy la persona más feliz de la tierra. Ella me hizo sentir orgullosa.”

Blessing dice que si no fuera por CRS y nuestros socios, su vida podría ser muy diferente hoy en día.

“Me pregunto ¿qué nos hubiera pasado, qué hubiera salido mal? Somos mujeres. Éramos vulnerables. La gente podría haberse aprovechado del hecho de que necesitábamos ayuda”, dice ella.

“Fue Dios quien tenía un plan para nosotros”, dice Blessing. “Estoy eternamente agradecida”.

* Hemos cambiado su nombre para proteger la identidad.

CRS en acción

La Dignidad Del Trabajo

El trabajo es más que una forma de ganarse la vida; es una forma de participar plenamente en la creación de Dios sin importar la edad que tengas. La doctrina social católica sostiene que el trabajo es digno y que los trabajadores siempre deben ser respetados y valorados.

El aquí & el ahora

Manteniendo El Rumbo, Mostrando Su Determinación

por Robyn Fieser

Determinación—el impulso para alcanzar un objetivo, incluso cuando la vida se pone difícil—es un valor que los estadounidenses viven. Es la materia del “sueño americano”, que nos dice que podemos hacer cualquier cosa con mucho trabajo y determinación.

Algunos psicólogos creen que la determinación es un rasgo clave para el éxito. No hay escasez de evidencia que conecte los dos. Oprah Winfrey dejó atrás una infancia de abuso sexual y pobreza para liderar un imperio mediático de 2.9 mil millones de dólares. J.K. Rowling pasó por undivorcio, depresión y 12 rechazos antes de publicar su primer libro de Harry Potter.

Valoramos tanto la determinación que los distritos escolares en todo Estados Unidos están explorando cómo incorporarlo en su plan de estudios.

Nunca he visto tanta determinación como lo he visto en las mujeres con las que trabajamos en Centroamérica. Mujeres como María Ramírez*, que luchan diariamente para imaginar un futuro a través de un caleidoscopio de violencia de pandillas, abuso doméstico y pobreza.

A los 22 años, María ha pasado por un sufrimiento incomprensible. Su madre emigró a Dakota del Norte cuando tenía ocho años, dejándola paraque cuidará a su hermana pequeña.

Vivían con su abuela, que trataba a María como a un sirviente. La vida cotidiana podría ser traicionera. Para llegar a la escuela, María caminaba a través de un lote vacío que dividía los territorios controlados por las pandillas y servía como campo de batalla. Dos veces fue atrapada en un tiroteo.

Ella se salvo del reclutamiento forzado de niñas en actividades de pandillas que está impulsando la migración. Sin embargo, su mejor amiga fue asesinada por miembros de pandillas.

Ella estaba embarazada a los 17 años. Ella dejó la escuela y se casó. No pasó mucho tiempo antes de que su esposo comenzara a golpearla.

Luego María encontró a Jóvenes Constructores, un programa de CRS que brinda educación, empleo y liderazgo a los jóvenes.

Asisitir todos los días durante seis meses al programa no fue tarea fácil para María. La guardería era un desafío. El dinero nunca le alcanzaba. Y su esposo se volvió cada vez más combatiente con respecto a que ella pasaratiempo fuera de casa.
Sin embargo, María terminó el programa.

Lo mismo ocurrió con Katherine Ordonez Alejandro, de 19 años, a pesar de la resistencia de su padre, que creía que el programa era una pérdida de tiempo y le prohibía participar.

Katherine elaboró un horario alternativo con sus instructores que le permitió llegar a casa antes que su padre. Eventualmente, él la descubrió y la echó de la casa.

Cuando hablo con mujeres graduadas de Jóvenes Constructores, me sorprende los niveles de marginación que enfrentan. Los empleos son escasos—especialmente para los niños de los vecindarios difíciles—y la pobreza es desenfrenada. Las pandillas pueden hacer que las cosas simples como ponerse a trabajar sean peligrosas. No es de extrañar que tantos jóvenes crean que sus vidas no significan nada.

Katherine y María se levantaban al amanecer todos los días para participar en Jóvenes Constructores con la esperanza de conseguir un empleo y salir adelante en la vida.

Para tener éxito, lucharon contra sus padres, sus novios, sus abuelas también, todos los cuales hacen eco de la voz en sus cabezas diciéndoles que nunca equivaldrán a nada. Esa es la determinación.

Pero la determinación no es suficiente. En Jóvenes Constructores, ambas chicas encontraron adultos afectuosos y un lugar seguro donde podían desarrollar la resiliencia, conseguir apoyo, pensar críticamente y encontrar su voz.

Eso es lo que sucede en Jóvenes Constructores. Al mismo tiempo que proporciona un camino hacia un sustento, crea un entorno para la transformación y el crecimiento personal.

Fue el apoyo y el ánimo que recibieron en Jóvenes Constructores que les ayudó a desarrollar las habilidades que necesitaban para conseguir un empleo. Les mostró que esa voz está equivocada y les dio la confianza para cambiar sus vidas y visualizar un futuro diferente.

María ha dejado a su esposo y está estudiando inglés. Katherine trabaja en una tienda de artículos deportivos. Juntó suficiente dinero para comprar una pequeña parcela de tierra y planea construir una casa.

Al celebrar el 75o aniversario de CRS, me enorgullece ser parte de un programa que ayuda a las jóvenes a convertir los obstáculos en oportunidades.

Página para jóvenes

Robyn Fieser es la Gerente Regional de Mercadotecnia para CRS en Latinoamérica y el Caribe.